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Biografía de Espartaco [Juan Antonio Ruiz]

Espartinas, 1962

Matador de toros español. La vocación paterna le animó a ser torero desde muy temprana edad. Apenas contaba trece años de edad cuando se desplazó a Colombia para tomar parte en varios festejos taurinos, ya que la legislación española le impedía blandir muleta y acero con tan pocos años. De regreso a España, el día 19 de marzo de 1975 se ciñó en la localidad sevillana de Camas su primer terno de luces, y comenzó a despertar expectación entre los aficionados más avisados, que veían con sorpresa y esperanza los espectaculares progresos de una auténtica promesa del toreo.


Espartaco

Así, tras curtirse durante tres temporadas en la lidia de numerosas novilladas sin picadores, el día 29 de enero de 1978 hizo el paseíllo en la alicantina plaza de Ondara para intervenir en su primer festejo asistido por el concurso de los varilargueros. A partir de entonces, la progresión de su incipiente carrera cobró matices de vértigo: el día 27 de julio de 1978 compareció en el coso de la Ciudad Condal para enfrentarse, en compañía de los jóvenes novilleros Manuel Rodríguez Blanco ("El Mangui") y José Aguilar Álvarez ("Aguilar Granada"), con un lote marcado con la divisa de don Baltasar Ibán. El animoso Espartaco cortó una oreja de cada uno de sus toros, salió a hombros de la plaza barcelonesa y acabó aquella temporada colocado en el primer puesto del escalafón novilleril, con un total de cincuenta y siete ajustes cumplidos.

Comenzó la siguiente campaña de 1979 como figura indiscutible entre el gremio de los novilleros, muy bien apoderado por los hermanos Lozano, que le consiguieron numerosos contratos en compañía del susodicho "Mangui". Ya bien avanzada la temporada, el día 1 de agosto se vistió de luces en Huelva para recibir su alternativa, graduación que le otorgó el polémico espada Manuel Benítez Pérez ("El Cordobés"), en presencia del coletudo sevillano Manuel Cortés de los Santos ("Manolo Cortés"), que asistía en calidad de testigo. Aquella tarde, Juan Antonio Ruiz desorejó al toro de su doctorado (un morlaco marcado con el hierro de los herederos de don Carlos Núñez, que atendía a la voz de Anonimado), y obtuvo también dos orejas de su segundo enemigo, lo que le valió una clamorosa salida a hombros por la puerta principal del coliseo onubense.

Desde 1985 hasta comienzos de la década de los años noventa, "Espartaco" se convirtió en el número uno indiscutible entre todos los matadores de toros, hegemonía basada en la cantidad de contratos que se le ofrecían y en su excepcional conocimiento de las técnicas de lidia. Además, durante dicho reinado al frente del escalafón hizo gala de unas espléndidas facultades a la hora de ejecutar la suerte suprema, habilidad que le permitió superar a cualquiera de sus compañeros en el número de trofeos recibidos.

Sin embargo, entre los aficionados más puristas pronto empezó a notarse cierta insana predisposición del diestro hacia las suertes de alivio, en un claro ejercicio ventajista que tal vez no era imprescindible en un torero tan poderoso y dominador como mostraba ser Espartaco. Cierto era que los toros apenas le cogían, por más que a veces pisara terrenos muy comprometidos, y que demostraba su perfecto entendimiento del toreo al ser capaz de dar la lidia más adecuada a las reses de la más variada condición; pero pronto empezó a abusar de algunos defectos muy extendidos con la excesiva proliferación del número de corridas celebradas cada temporada, como el reclamar para sí el ganado más boyante, el descargar la suerte ante los públicos que no reparan en la pureza del toreo ceñido y embraguetado, y el citar fuera de cacho y ejecutar el pase al hilo del pitón, haciendo ver, con recursos muy efectistas, que toreaba dentro de la jurisdicción del astado. Para colmo, la generalización del fraude del afeitado no podía dejar de concurrir en el espada que más reses mataba a lo largo de cada campaña, circunstancia que, poco a poco, fue privándole del favor de los aficionados cabales

A partir de 1992, Espartaco decidió darse un respiro, pero en 1994 volvió a asumir cuantos compromisos se le ofrecían, hasta cerrar la campaña con un balance de setenta y cuatro festejos en su haber. Precisamente fue en este año cuando la desgracia comenzó a cebarse en el diestro de Espartinas, a raíz de su participación en un partido de fútbol convocado con fines benéficos. Una vieja lesión de rodilla, de la que venía resintiéndose en los últimos tiempos, se le reprodujo gravemente y le llevó a una concatenada sucesión de visitas al quirófano que lo mantuvieron durante mucho tiempo apartado de los ruedos.

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(Baldomero Espartero, conde de Luchana, duque de la Victoria y príncipe de Vergara) Militar y político español (Granátula, Ciudad Real, 1793 - Logroño, 1879). Hijo de un carretero de La Mancha, adoptó el segundo apellido de su padre (pues su nombre completo sería Baldomero Fernández Álvarez Espartero). Al estallar la Guerra de la Independencia (1808-14) abandonó la carrera eclesiástica y tomó las armas. Desde 1810 permaneció en el Cádiz sitiado por los franceses, donde se estaban desarrollando las Cortes constituyentes; allí realizó sus primeros estudios militares.

Entre 1815 y 1824 estuvo destinado en América, donde combatió contra los independentistas hasta que España perdió sus colonias en el continente; aunque no participó en la decisiva batalla de Ayacucho, en el futuro sus partidarios serían conocidos popularmente como los ayacuchos en recuerdo del pasado americano de Espartero y de la influencia que sobre sus ideas políticas tuvieron otros militares liberales de aquella campaña.

Al morir Fernando VII, se decantó por el apoyo a la causa de Isabel II y de la regente María Cristina, en virtud de sus convicciones constitucionales. Luchó contra la reacción absolutista en la Primera Guerra Carlista (1833-40), en la que desempeñó un papel destacado: sus éxitos militares le llevaron de ascenso en ascenso hasta obtener el mando del ejército del Norte a raíz del motín de los sargentos de La Granja (1835). Rompió el cerco carlista de Bilbao venciendo en la batalla de Luchana (1836); organizó la defensa de Madrid frente a la expedición de don Carlos (1837); y aprovechó las disensiones en el bando carlista para atraerse al general Maroto y negociar con él la paz que sellaron ambos con el «abrazo de Vergara» (1839). Luego se dirigió al Maestrazgo, donde venció a Cabrera en 1840, poniendo fin a la guerra

Desde entonces puso su prestigio al servicio de sus ideales políticos progresistas. Se enfrentó al conservadurismo de María Cristina haciendo que ésta le nombrara presidente del Consejo de Ministros en 1840-41; pero, ante la resistencia de la regente al programa liberal avanzado que defendía, exigió a ésta que abdicara e hizo que las Cortes le nombraran regente a él mismo (1841-43).

Completaba así la ascensión social que, desde un origen modestísimo, le había llevado a ser conde, duque, grande de España y, finalmente, regente. El «espadón» progresista se enemistó con muchos de sus partidarios, a causa de su modo de gobernar autoritario, personalista y militarista; en 1843 se vio obligado a disolver unas Cortes que se le habían vuelto hostiles.

Un pronunciamiento conjunto de militares moderados y progresistas (encabezados por Narváez y Serrano) le arrebató el poder en aquel mismo año; pronto se declararía mayor de edad a Isabel II y comenzaría una década de predominio conservador. Espartero se exilió en Inglaterra, de donde regresó en 1849 para vivir retirado en Logroño.

Ante el deterioro político del final de la década moderada (1844-54), las tendencias autoritarias de la reina y la hegemonía política de la minoría ultraconservadora, se produjo una nueva revolución en 1854, que llevó a Espartero a la presidencia del Gobierno; durante el siguiente «bienio progresista» (1854-56) avaló el reformismo de los liberales avanzados, pero no pudo evitar que se reprodujeran las mismas disensiones acerca de su liderazgo.

De nuevo fue expulsado del poder por un pronunciamiento encabezado por su antiguo aliado, el general O’Donnell, tras el cual vino un nuevo periodo de ostracismo político de los progresistas, que Espartero contempló pasivamente desde su retiro de Logroño. Allí recibió, tras la revolución que destronó a Isabel II en 1868, la oferta de Prim de hacerle elegir por las Cortes rey constitucional de España, oferta que rechazó. Tras la coronación de Amadeo de Saboya éste completó el encumbramiento honorífico de Espartero nombrándole príncipe de Vergara con tratamiento de alteza real

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